COSECHA GLORIOSA

Sabido es que no pocos acuden a la indiferencia para no verse obligados a considerar lo perecedero de nuestra actual condición.
Miedo en unos, rebeldía en otros, acaso estupidez en el resto de ese sector reacio a la realidad, lo cierto es que actúan como inmortales, creando y llevando a la práctica metodologías de captación y posterior control de sus semejantes.
Estas gentes pretenden hacerse del poder porque en el fondo, dominando a otras personas, imaginan que poseen la Fuerza Infinita de Dios y Su Eternidad.
Incapaces de actuar con Amor y Generosidad, se enrolan en los ejércitos organizados por el mal en todo el mundo, para avanzar destructivamente por sobre los derechos naturales de la Humanidad.
No todos se animan a integrar esos grupos de ofensiva, aunque quizás pisotean de igual modo, pero en menor cantidad, las “cabezas” de aquellos que puedan molestarles.
Personajes ávidos de poder y dinero existen a montones, aunque no lleguen todos a coronar con éxito sus ambiciones. Nada les alcanza para satisfacer sus apetencias. Buscan colmarse de placeres para compensar la infelicidad que los aniquila interiormente. Pretenden mostrarse omnipotentes porque se saben indefensos ante la muerte.
Son gente sin fe. Apoyan sus pensamientos y acciones en cimientos materiales que en verdad no les garantiza el éxito tan buscado. Aun los más ricos son pobres cuando deben enfrentarse al misterio final de la vida. Y por no creer en nada más que lo visible y palpable culminan descreyendo de sus propias almas, con las consecuencias que vemos a menudo a nuestro alrededor.
El tránsito de nuestro hermano Juan Pablo II ha causado consternación en cada rincón del planeta, como lo indican las noticias provenientes de todas partes. Es el eco de su fe en acción y su prédica constante a favor del Amor, la Armonía, la Humildad, la Solidaridad y la Convivencia. Es el fruto de su vocación inquebrantable y de la grandeza indiscutible de su Espíritu. Es la cosecha gloriosa de una siembra magnífica que jamás supo de egoísmos ni desmayos.
Para Juan Pablo II la muerte nunca ha significado otra cosa que el último acto terrenal de su ejemplar vida. Él sabía que una vez traspuesto el umbral le aguardarían los más sublimes gozos celestiales, por eso jamás sintió temor, pero no por ello se dejó morir, sino que hasta su último aliento dedicó lo mejor de él a su tan amado rebaño que hoy lo llora y venera con gratitud y profundo amor.
¿Aprenderán algo los materialistas que se imaginan grandes para no asumir que son pequeños?
Creo que estamos en un momento muy especial, definitorio, histórico. Se me ocurre que la reacción multitudinaria de la gente, sin diferencia de razas, condiciones sociales, credos ni ideologías, es una prueba contundente del despertar de la conciencia colectiva que puede conducirnos a la tan buscada Luz al final del túnel.
¡Gracias por tu vida, Juan Pablo II...!
ModuS
(Desde Buenos Aires, Argentina)
Etiquetas: FE, OPINIONES, REFLEXIONES