EL PEOR FRACASO DE LA POLITICA
A propósito de la invasión a Irak y otras aventuras semejantes, vale preguntarse:
¿Para qué sostener una “casta” de privilegiados que abusando de los poderes conferidos por los pueblos nos arrojan a la guerra en lugar de construir alternativas pacíficas?
Vemos y escuchamos a diario manifestaciones en contra de la guerra, de la invasión angloestadounidense a Irak. Es una posición, un sentimiento, casi un instinto, que trasciende las individualidades y pasa a convertirse en el grito unánime de gran parte de la raza humana.
¿Quién puede justificar esta guerra? Respetamos las ideas diferentes e incluso comprendemos a quienes imaginan que esta invasión podría actuar como una malla de seguridad en favor de Occidente, pero no compartimos semejante visión a nuestro entender demasiado simplista y poco analítica.
La guerra es como la caja de Pandora. Lo que pueda surgir de este conflicto es tan difícil predecirlo como prevenirlo. Las cartas han sido dadas y ya no puede ser detenido el juego. Estamos librados a la incertidumbre.
Las voces reclamando el cese de las hostilidades en Irak se cuentan por cientos de millones. Los pueblos poseen intuición colectiva y saben que no serán los dirigentes precisamente los primeros en sufrir las horribles consecuencias del enfrentamiento, sino la gente inocente, los niños, los ancianos, los jóvenes y adultos que construyen a diario la esperanza de cada nación.
La paz no debe ser vista apenas como una situación cómoda alejada del peligro. Algunos periodistas y ciertos dirigentes políticos se atreven a acusar de tibios a todos los seres humanos que deploran la guerra y desean vivir en paz. Es una actitud, la de estos improvisados “fiscales”, que repugna por injusta y retorcida. Son los que confunden pacifismo con cobardía.
El pacifista pretende que las diferencias se discutan políticamente, no en el campo de batalla. Irónicamente resulta que los políticos inhábiles, incapaces de consensuar ideas y opiniones, son los gestores del gran drama de la guerra, convirtiéndose en comandantes luego de haber reprobado como dirigentes.
¿Y nosotros qué haremos? ¿Seguirles el juego a los violentos o actuar con sensatez y sentido común?
No debemos olvidar que las guerras más tremendas comienzan como pequeños incidentes hasta degenerar en asesinatos en masa. La violencia expresada y practicada sistemáticamente por determinados dirigentes y grupos es caldo de cultivo de penosos y cruentos conflictos.
¿Fracasaremos también los ciudadanos comunes o decidiremos hacernos cargo de nuestras responsabilidades?
La indiferencia y la no participación son puertas abiertas al caos y la injusticia. Resistamos. Reflotemos los más altos valores humanos y cambiemos el curso de nuestras existencias. Si nos quedamos cruzados de brazos mereceremos la peor de las suertes.
Si nos paralizamos... “ellos” manejarán nuestras vidas: los malos políticos, los grupos violentos, los oportunistas, los explotadores, los líderes dementes.
El recién estrenado siglo XXI está plagado de homicidios y todo tipo de agresividad. Los avances científicos y toda la parafernalia tecnológica no significan, desgraciadamente, idéntico progreso moral. ¿Nos conformaremos o haremos algo para rectificar tan grosera distorsión?
¡Digámosle BASTA al fracaso...! Asumamos nuestros roles. Defendamos nuestros hogares, nuestras familias, nuestros pueblos, nuestras dignidades. Maduremos. Pongámonos del lado de la Justicia, de la Verdad y de la Paz...
José Manuel Franc
(Desde Buenos Aires, Argentina)
¿Para qué sostener una “casta” de privilegiados que abusando de los poderes conferidos por los pueblos nos arrojan a la guerra en lugar de construir alternativas pacíficas?
Vemos y escuchamos a diario manifestaciones en contra de la guerra, de la invasión angloestadounidense a Irak. Es una posición, un sentimiento, casi un instinto, que trasciende las individualidades y pasa a convertirse en el grito unánime de gran parte de la raza humana.
¿Quién puede justificar esta guerra? Respetamos las ideas diferentes e incluso comprendemos a quienes imaginan que esta invasión podría actuar como una malla de seguridad en favor de Occidente, pero no compartimos semejante visión a nuestro entender demasiado simplista y poco analítica.
La guerra es como la caja de Pandora. Lo que pueda surgir de este conflicto es tan difícil predecirlo como prevenirlo. Las cartas han sido dadas y ya no puede ser detenido el juego. Estamos librados a la incertidumbre.
Las voces reclamando el cese de las hostilidades en Irak se cuentan por cientos de millones. Los pueblos poseen intuición colectiva y saben que no serán los dirigentes precisamente los primeros en sufrir las horribles consecuencias del enfrentamiento, sino la gente inocente, los niños, los ancianos, los jóvenes y adultos que construyen a diario la esperanza de cada nación.
La paz no debe ser vista apenas como una situación cómoda alejada del peligro. Algunos periodistas y ciertos dirigentes políticos se atreven a acusar de tibios a todos los seres humanos que deploran la guerra y desean vivir en paz. Es una actitud, la de estos improvisados “fiscales”, que repugna por injusta y retorcida. Son los que confunden pacifismo con cobardía.
El pacifista pretende que las diferencias se discutan políticamente, no en el campo de batalla. Irónicamente resulta que los políticos inhábiles, incapaces de consensuar ideas y opiniones, son los gestores del gran drama de la guerra, convirtiéndose en comandantes luego de haber reprobado como dirigentes.
¿Y nosotros qué haremos? ¿Seguirles el juego a los violentos o actuar con sensatez y sentido común?
No debemos olvidar que las guerras más tremendas comienzan como pequeños incidentes hasta degenerar en asesinatos en masa. La violencia expresada y practicada sistemáticamente por determinados dirigentes y grupos es caldo de cultivo de penosos y cruentos conflictos.
¿Fracasaremos también los ciudadanos comunes o decidiremos hacernos cargo de nuestras responsabilidades?
La indiferencia y la no participación son puertas abiertas al caos y la injusticia. Resistamos. Reflotemos los más altos valores humanos y cambiemos el curso de nuestras existencias. Si nos quedamos cruzados de brazos mereceremos la peor de las suertes.
Si nos paralizamos... “ellos” manejarán nuestras vidas: los malos políticos, los grupos violentos, los oportunistas, los explotadores, los líderes dementes.
El recién estrenado siglo XXI está plagado de homicidios y todo tipo de agresividad. Los avances científicos y toda la parafernalia tecnológica no significan, desgraciadamente, idéntico progreso moral. ¿Nos conformaremos o haremos algo para rectificar tan grosera distorsión?
¡Digámosle BASTA al fracaso...! Asumamos nuestros roles. Defendamos nuestros hogares, nuestras familias, nuestros pueblos, nuestras dignidades. Maduremos. Pongámonos del lado de la Justicia, de la Verdad y de la Paz...
José Manuel Franc
(Desde Buenos Aires, Argentina)
Etiquetas: OPINIONES, REFLEXIONES