viernes, diciembre 01, 2006

DE FLACAS Y ANOREXICAS

Alberto, un amigo de propuestas insólitas, me invitó a presenciar un desfile de modas. En primera instancia me negué porque creía que era un mirar femenino para saber cómo deberían vestirse en la próxima temporada, qué colores usar, accesorios que combinaran con lo anterior.

Mi amigo se rió al escuchar estas razones, me miró y me dijo con tono paternal:
— Juan… Juan… como se ve que te falta calle. Al comienzo era como lo estás describiendo, hoy día el desfile es una excusa.

—¿Cómo excusa?, esto no lo entiendo.

—Escuchá, algunas personas van por el interés de saber qué estará de moda, otras van para comprar un modelo exclusivo que usarán una o dos veces y demostrar que tienen dinero, algunas van para espiar y copiar ideas para otros diseñadores, otras para indicar a sus modistas cómo quieren vestirse y otros, como yo, para relacionarse.

—Alberto, ¡vos no tenés nada que ver con la moda!

—No seas tonto, van muchos hombres de negocios llevados por sus mujeres; a este conjunto apunto.

De esta manera fui convencido para asistir al novedoso, para mí, espectáculo de un desfile de modas.

Todos los asistentes éramos tratados como muy importantes. El lugar estaba decorado con muy buen gusto y gran despliegue de elementos tales como: telas, flores y cortinados, envueltos por una música suave, con leve percusión para ir preparando y exaltando el ánimo.

Allí pude apreciar el submundo de los que valorizan y pagan precios muy altos por determinadas marcas. Allí comprendí que el usar cierta ropa era pertenecer a la clase social alta, cuyos miembros aprecian la etiqueta y no la calidad.

Luego del desfile propiamente dicho fuimos a un restaurante exclusivo, donde según Alberto deberíamos concurrir para relacionarnos.

Al lado de nuestra mesa estaban dos matrimonios, el diálogo entre las esposas me enriqueció para conocer un poco más de este mundo para mí hasta entonces desconocido...

Mónica, de unos 50 años, le decía a Susana de similar edad:
—Pensar que a Bárbara la llevaba a los “castings” desde que era bebé; sabía que iba a llegar a ser modelo.

Susana le respondió:
—Mariel comenzó a los 10 años y de casualidad. La veía alta y flaca, dos pediatras me dijeron que era anoréxica. Yo pensé: si ésta va a ser un esqueleto vestido tenemos que sacar partido a dicha situación. Y así fue que la anoté en la agencia de Jacques Subriand y está modelando.

Esto me llevó a reflexionar cómo puede una madre pensar de esta manera, dado que en lugar de tratar
de solucionar un problema de salud a una hija, se servía de la enfermedad para ganar dinero. Luego al regresar a casa y sin proponérmelo, la idea de enfermedad usada como instrumento para ganar dinero me rondaba insistentemente.

Al día siguiente comencé a buscar la manera de relacionarme con modelos y aspirantes a serlo, a fin de
indagar en la mente de las mismas.

Así fue que pude hablar con Kathya, una joven de 1,75 m de altura y 45 kilogramos de peso:
—Cuando yo tenía 12 años observé por TV un desfile y ahí supe que quería ser una de ellas. Me observé en el espejo y me vi gorda. Comencé a dejar de comer, al mes había bajado tres kilos. Mi mamá se preocupó y me llevó al médico, quien me recetó unas vitaminas y una dieta que por supuesto no cumplí.

Sin pensar dije en voz alta:
—El viejo mito de que las vitaminas engordan. Kathya, tenés que saber que no existe ninguna vitamina que engorde.

Ella me respondió:
—Pero mi mamá no lo sabía y quería que tomara dos por día, yo las ponía bajo la lengua y luego iba al baño y las escupía. Como vio que seguía igual me llevó a otro médico que le dijo que era un trastorno pasajero, propio de la edad, que no le diera importancia. Yo odiaba ser gorda, tengo que admitir que mi carácter cambió, pasé a estar malhumorada, agresiva, nada iba conmigo y yo con nadie. Mi familia llegó a pensar que me drogaba. Comencé a estudiar para modelo, aprendí como pararme, como caminar, a utilizar expresiones del rostro, colocación de las manos y cuando tuve oportunidad, como sé que tengo una linda cara, participé en un casting para promocionar un yogurt. Lo recuerdo bien porque me filmaron en bikini tomando ese yogurt al tiempo que una voz “en off” decía: “¡Dos yogures diarios y a tener silueta!”. Yo me reía porque no tomaba ni tomo yogurt alguno. Luego comencé a ser llamada de otras agencias y así fue como surgí como modelo.

—¿Estás contenta con tu cuerpo?

—Me persigue el miedo a engordar, es una obsesión que me paraliza y aísla del resto.

Kathya me presentó a Romina, una chica de unos 22 años, 1,78 de altura y 43 Kg. de peso, muy conocida por los cortos publicitarios que había protagonizado. Con unos hermosos ojos azules que intuí tristes, me dijo sin vueltas:
—¿Qué querés saber?

—Si estás contenta con tu cuerpo…

Se rió y me dijo:
—¿De qué creés que vivo?

—No fue esa la pregunta.

Me respondió, bajando el volumen de su voz:
— No tanto. Las mujeres me envidian y los hombres me ven como un objeto.

Al ver que sus ojos se ponían lacrimosos le pregunté:
—¿Tenés ganas de llorar?

—Sí, lloro cuando nadie me ve.

—¿Te hiciste tratar la depresión que evidentemente tenés?

—¿Para qué?, me van a empastillar y no puedo hacerlo.

El verbo puedo me alertó y le pregunté:
—¿Estás consumiendo…?

—Blanca (cocaína), que es lo que te quita el hambre —respondió sin inmutarse—.

Romina me enseño que hay muchas chicas que tienen como valor máximo su cuerpo y no importa lo que hagan para conseguirlo y mantenerlo. Hablé con muchas modelos y aspirantes a serlo, tienen como denominador común la obsesión por su apariencia. Una sola se reveló como intelectual (escritora), el resto era su cuerpo y nada más.

Busqué en el Manual de Psiquiatría (DSM IV) donde se describe la anorexia y la bulimia, pero salvo el encuadre académico, no me aportaba nada nuevo.

Me conecté con un conocido diseñador, al que llamaré Michel, que accedió de buen grado al diálogo.

—Michel, ¿por qué las modelos deben ser flacas?

—Juan, tu pregunta tiene varias respuestas. Lo primero es una cuestión de imagen. Una flaca puede ser vestida con cualquier modelo. Lo segundo es que lo impuso la industria.

Luego de un breve silencio me dijo:
—Te voy a revelar un secreto. Juan, ¿te diste cuenta que en una década pasamos del tiro alto al tiro bajo en los pantalones?

—Sí, claro.

—¿Te preguntaste por qué?

—No, no lo hice.

—Es una cuestión de dinero para la industria. El pasaje del pantalón de tiro alto al de tiro bajo significó y
significa una ganancia de millones de dólares por el ahorro en telas, accesorios, horas trabajadas en su
confección.

Ahí comprendí. Utilizaban modelos anoréxicas o casi, porque pueden presentar cualquier modelo, en
cambio con una mujer de físico normal no quedarían bien algunos de los modelos presentados. Y eso sirvió para reducir la cantidad de tela empleada y los costos laborales.

En casa me puse a hurgar en algunos libros de arte el ideal de belleza de los distintos pueblos que se
expresaron con los artistas. Allí surge claramente que la mujer era apreciada por la redondez de sus formas (de lo que carecen las flacas), el largo de sus cabellos, gestos y ademanes propios de las mujeres.

Con los medios masivos ese ideal fue cambiando. Los intereses económicos fueron los que incidieron
fuertemente en dicho cambio.

Hacia la tercera década del siglo XX comenzaron las propagandas sobre las mujeres. Para ganar dinero hay que ganar mercado. Comenzó con la propaganda para que la mujer fumara, la incorporaron al consumo de esta droga que es bien dañina, luego lo hicieron con el alcohol.

En la Argentina tuvimos una canción y una película que era una apología clara, evidente y directa para consumir esta droga, cuya letra dice “Fumar es un placer genial, sensual…”.

En los ´60, al consolidarse el mercado femenino bajo la influencia de la propaganda y el consumo, la industria se volcó al público adolescente. La propaganda se focalizó en la asociación entre cigarrillos y deportes y al alcohol con la alegría juvenil.

Ahora vienen por los niños (hay que ampliar el mercado).

La imagen de la mujer había que cambiarla, se debía pasar de la imagen de la mujer de las tres K, como
decían los alemanes (niños, iglesia, cocina), e integrarla al mercado de consumo. Para ello se comenzó con la vestimenta, cambiándosela (de la pollera al pantalón). Hacia los ´50 se impuso que usaran pantalones, la imagen se fue masculinizando en aras de una pretendida emancipación y liberación de la mujer, no lo hicieron desde la singularidad de lo femenino, sino apropiándose de lo masculino (claro, si eran hombres los que hacían la publicidad y manejaban la industria).

Si se miran las películas de los ´50 se ven actrices de buena contextura física y formas rellenas, en los ´60 comenzaron las modelos delgadas (no perder de vista la economía de las telas) y las impusieron como prototipo.

El problema es ver a mujeres de más de 40 años que quieren parecerse en la silueta a una de quince.

La anorexia nerviosa se da en la persona que siente la imperiosa necesidad de adelgazar, con un peso entre el 15 y el 60% de lo que debería tener por edad y altura. El problema es que no se ven delgadas porque tienen distorsionada su imagen corporal. Es común que las anoréxicas sientan frío, tengan desmayos y mareos, y son oscilantes en sus estados de ánimo. La extrema delgadez (más del 60% de pérdida de masa corporal) le ocasiona trastornos, que pueden ser leves, como desaparición de los ciclos menstruales, hasta graves, que llevan a la persona a la muerte.

Hay consenso entre los médicos, que las adolescentes que hacen dietas estrictas y mucha actividad física son candidatas a tener osteoporosis precoz. El máximo de masa ósea se da antes de los 20 años, que es donde se capta la mayor cantidad de contenido mineral. Sin embargo y a pesar de constituir un problema de enfermedad y motivación enfermante para las adolescentes, los medios hoy siguen proponiendo la figura de las anoréxicas como prototipo femenino.

Ante todo lo descripto es saludable, encomiable y digna de imitar –a mi juicio– la decisión que tomaron las autoridades españolas de prohibir que las personas muy delgadas hagan desfiles de modas.

Juan Carlos Mazzera

(Desde Buenos Aires, Argentina)

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