martes, abril 10, 2007

PADRE PIO DE PIETRELCINA



Este pastor de almas tan excepcional, venerado por millones de creyentes en el mundo entero, experimentó en cuerpo y espíritu la acción directa de lo Sobrenatural, al extremo de provocar involuntariamente, en el seno mismo de la Iglesia, apasionadas reacciones que más tarde derivaron en profundos debates y replanteos con final feliz.






BIOGRAFÍA

Nació el 25 de Mayo de 1887 en Pietrelcina, provincia de Benevento, Campania, Italia meridional. Fue registrado como Francesco Forgione, hijo de Horacio Forgione y María Giuseppa. Su infancia transcurrió en un ámbito humilde, pero, como él mismo dijera más adelante, sin jamás carecer de nada.

Desde pequeño se destacó por su gran sensibilidad y espiritualidad. Recibió el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación en la Iglesia Santa María de los Ángeles, donde a los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús y, poco después de tan singular episodio, comenzó a experimentar apariciones de la Virgen María, que durarían por el resto de su existencia terrenal.

En Enero de 1903 ingresó a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, en Morcone, Benevento. El día anterior de entrar al Seminario, Francisco tuvo una visión de Jesús con su Santísima Madre. En tal visión Jesús posó su mano en el hombro de Francisco, en claro gesto de apoyo para que continuara adelante con fuerza y decisión. A su vez, la Virgen María le habló con voz suave y dulcemente maternal, penetrando en lo más profundo de su alma.

Fue ordenado sacerdote el 10 de Agosto de 1910 en la Catedral de Benevento. En Febrero de ese año se estableció en San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su fallecimiento, el 23 de Setiembre de 1968.

Había transcurrido escaso tiempo desde su ordenación, cuando le volvieron las fiebres y los males que siempre le aquejaron durante sus estudios. Para ayudarlo a recuperar su salud es enviado a Pietrelcina, su pueblo natal. Luego de ocho años de sacerdocio, el 20 de Setiembre de 1918, recibe los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo en sus manos, pies y costado izquierdo.

Convertido en el primer sacerdote estigmatizado, escribe una carta a su director espiritual en la que describe su reciente experiencia: “En medio de las manos apareció una mancha roja, del tamaño de un centavo, acompañada de un intenso dolor. También debajo de los pies siento dolor”.

Psiquiatras, psicólogos y hasta parapsicólogos se han sentido atraídos por este aspecto tan particular del Padre Pío, lo que explica que varias teorías estén circulando en los ámbitos especializados, intentando explicaciones científicas para hechos que quizás superan ampliamente la capacidad humana de comprensión. El enfoque de este artículo, si bien guardo gran respeto por la Ciencia y los científicos, es absolutamente religioso, aunque no por ello ciego o sordo a evidencias o pruebas que pudieran hacerme cambiar de opinión, algo que dudo llegue algún día a suceder.

En el año 1940, el Padre Pío proyectó un hospital que se denominó “Casa del Alivio del Sufrimiento”, cuya construcción culminó en 1956 y fue, sin duda alguna, el más importante del sur de Italia.

El 20 de Septiembre de 1968 cumplió cincuenta años de haber recibido por primera vez los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, y en dicha ocasión el Padre Pío celebró la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar habían sido colocadas cincuenta grandes macetas con rosas rojas por sus cincuenta años de sangre.

A los dos días, murmurando por largas horas ¡Jesús, María!, muere el Padre Pío, el 22 de Septiembre de 1968. Los presentes quedaron largo tiempo en silencio y en oración, hasta que luego estallaron en largo e irrefrenable llanto.

El funeral fue impresionante y se hizo necesario esperar cuatro días para que la multitud de personas pasaran a despedirse. Se calcula que más de cien mil fueron los fieles que participaron del entierro.

Al morir el Padre Pío le desaparecieron los estigmas, lo que confirma el origen místico y sobrenatural de los mismos.

Infinidad de milagros, conversiones y hechos de similar relevancia, producidos por la intercesión del Padre Pío, fueron informados oficialmente a la Santa Sede.

El 18 de Diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II pronunció venerable al Padre Pío. Si bien este paso no es tan ceremonioso como la beatificación y canonización, representa ciertamente la parte más importante del proceso.

Fue beatificado por su S.S. Juan Pablo II el 2 de Mayo de 1999, en una solemne Concelebración Eucarística en la Plaza San Pedro.

El 16 de Junio del 2002 fue declarado San Pío de Pietrelcina en presencia de S.S. Juan Pablo II, en una solemne misa en la Plaza San Pedro.


HOMILÍA DEL PAPA JUAN PABLO II EN LA CEREMONIA DE CANONIZACIÓN DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA

1. “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11, 30).

Las palabras de Jesús a los discípulos, que acabamos de escuchar, nos ayudan a comprender el mensaje más importante de esta celebración. Podemos, de hecho, considerarlas en un cierto sentido como una magnífica síntesis de toda la existencia del padre Pío de Pietrelcina, hoy proclamado santo.

La imagen evangélica del “yugo” evoca las muchas pruebas que el humilde capuchino de San Giovanni Rotondo tuvo que afrontar. Hoy contemplamos en él cuán dulce es el “yugo” de Cristo y cuán ligera es su carga, cuando se lleva con amor fiel. La vida y la misión del padre Pío testimonian que las dificultades y los dolores, si se aceptan por amor, se transforman en un camino privilegiado de santidad, que se adentra en perspectivas de un bien más grande, solamente conocido por el Señor.

2. “En cuanto a mí... ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!” (Gálatas 6, 14).

¿No es quizá precisamente la “gloria de la Cruz” la que más resplandece en el padre Pío? ¡Qué actual es la espiritualidad de la Cruz vivida por el humilde capuchino de Pietrelcina! Nuestro tiempo necesita redescubrir su valor para abrir el corazón a la esperanza. En toda su existencia, buscó siempre una mayor conformidad con el Crucificado, teniendo una conciencia muy clara de haber sido llamado a colaborar de manera peculiar con la obra de la redención. Sin esta referencia constante a la Cruz, no se puede comprender su santidad.

En el plan de Dios, la Cruz constituye el auténtico instrumento de salvación para toda la humanidad y el camino explícitamente propuesto por el Señor a cuantos quieren seguirle (Cf. Marcos 16, 24). Lo comprendió bien el santo fraile de Gargano, quien, en la fiesta de la Asunción de 1914, escribía: “Para alcanzar nuestro último fin hay que seguir al divino Jefe, quien quiere llevar al alma elegida por un solo camino, el camino que él siguió, el de la abnegación y la Cruz” (Epistolario II, p. 155).

3. “Yo soy el Señor que actúa con misericordia” (Jeremías 9, 23).

El padre Pío ha sido generoso dispensador de la misericordia divina, ofreciendo su disponibilidad a todos, a través de la acogida, la dirección espiritual, y especialmente a través de la administración del sacramento de la Penitencia. El ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos característicos de su apostolado, atraía innumerables muchedumbres de fieles al Convento de San Giovanni Rotondo. Incluso cuando el singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, éstos, una vez tomada conciencia de la gravedad del pecado, y sinceramente arrepentidos, casi siempre regresaban para recibir el abrazo pacificador del perdón sacramental.

Que su ejemplo anime a los sacerdotes a cumplir con alegría y asiduidad este ministerio, tan importante hoy, como he querido confirmar en la Carta a los Sacerdotes con motivo del pasado Jueves Santo.

4. “Tú eres, Señor, mi único bien”.

Es lo que hemos cantado en el Salmo Responsorial. Con estas palabras, el nuevo santo nos invita a poner a Dios por encima de todo, a considerarlo como nuestro sumo y único bien.

En efecto, la razón última de la eficacia apostólica del padre Pío, la raíz profunda de tanta fecundidad espiritual, se encuentra en esa íntima y constante unión con Dios que testimoniaban elocuentemente las largas horas transcurridas en oración. Le gustaba repetir: “Soy un pobre fraile que reza”, convencido de que “la oración es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Corazón de Dios”. Esta característica fundamental de su espiritualidad continua en los “Grupos de Oración” que él fundó, y que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad la formidable contribución de una oración incesante y confiada. El padre Pío unía a la oración una intensa actividad caritativa de la que es expresión extraordinaria la “Casa de Alivio del Sufrimiento”. Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos.

5. “Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque... estas cosas... las has revelado a los pequeños” (Mateo 11, 25).

Qué apropiadas parecen estas palabras de Jesús, cuando se te aplican a ti, humilde y amado, padre Pío.

Enséñanos también a nosotros, te pedimos, la humildad del corazón para formar parte de los pequeños del Evangelio, a quienes el Padre les ha prometido revelar los misterios de su Reino.

Ayúdanos a rezar sin cansarnos nunca, seguros de que Dios conoce lo que necesitamos, antes de que se lo pidamos.

Danos una mirada de fe capaz de reconocer con prontitud en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de Jesús.

Apóyanos en la hora del combate y de la prueba y, si caemos, haz que experimentemos la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de Jesús y nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la patria bienaventurada, donde esperamos llegar también nosotros para contemplar para siempre la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

¡Amén!


APARICIONES Y ALMAS DEL PURGATORIO

Como ya hemos dicho, el Padre Pío comenzó desde muy joven a experimentar hechos de origen sobrenatural. Las apariciones eran, para el pequeño Francesco, algo nada extraordinario, pues él creía que a todos les ocurría. Por eso nunca hizo referencia a las mismas.

Dichas apariciones eran de Ángeles, de Santos, de Jesús, de la Virgen, aunque a menudo, también de demonios.

A finales de Diciembre de 1902, mientras estaba meditando sobre su vocación, Francesco tuvo una visión que varios años después describió así:

“Vi a mi lado a un hombre majestuoso de rara belleza, resplandeciente como el sol, que me tomó por la mano y me animó con la precisa invitación: ‘Vienes conmigo porque te conviene combatir de bravo guerrero’ (te conviene luchar contra la tentación, así te haces más fuerte, buen cristiano).

“Fui conducido a un gran campo, entre una multitud de hombres que fue dividida en dos grupos. En una parte habían hombres de rostro guapísimo y cubiertos de vestidos blancos, cándidos como la nieve, de la otra eran como hombres de horroroso aspecto y vestidos de negro, sombríos y oscuros.

“Yo estaba situado entre aquellas dos alas de espectadores y vi venir a mi encuentro un hombre de desmedida altura, tan alto, que podía tocar con la frente las nubes, y con un rostro horroroso. El personaje resplandeciente que estaba a mi lado me exhortó a batirme con el personaje monstruoso. Rogué evitar el furor del extraño personaje, pero aquel ser luminoso no aceptó:

“‘Ánimo (dice Jesús), entra confiado en la lucha (puedes vencer al maligno), avanza atrevidamente que Yo te seré propicio (puedes retar al enemigo que siempre estaré contigo), te ayudaré y no permitiré que él te venza’.

“El combate fue aceptado y resultó terrible. Con la ayuda del personaje luminoso siempre animándome, pude vencer.

“El personaje monstruoso, obligado a huir, se arrastró tras aquella gran multitud de hombres con horroroso aspecto, y entre gritos e imprecaciones, se aturdió. La otra multitud de hombres de vago aspecto, emanó voces de aplauso y laudos al que me asistió en tan áspera batalla.

“El personaje espléndido y luminoso más que el sol, puso sobre mi cabeza victoriosa una corona de rara belleza, que inútil sería describirla. La corona fue retirada por el personaje bueno, el que precisó:

“‘Otra más bonita tengo para ti guardada. Si tú supieras luchar con aquel personaje con el que ahora has combatido. Él siempre volverá al asalto...; combates de bravo y no dudes en mi ayuda... no te asustes por su horrorosa presencia.. Yo estaré cerca de ti, yo siempre te ayudaré, para que tú logres vencerlo’.”


Tal visión fue seguida, luego, de reales batallas con el Diablo. El Padre Pío sostuvo, en efecto, numerosas luchas contra el “enemigo”, con el propósito de liberar las almas de las cadenas de Satanás.


Una tarde, mientras descansaba en una habitación de la planta baja del convento, se le presentó al Padre Pío un hombre envuelto en una negra capa. Sorprendido, el sacerdote le preguntó quién era y qué quería. El desconocido le contó que era un alma del Purgatorio:
“Soy Pietro Di Mauro. He muerto en un incendio el 18 de Septiembre de 1908, en este convento que fuera destinado a un geriátrico luego de la expropiación de los bienes eclesiásticos. Morí entre las llamas, en mi cama de paja, sorprendido en el sueño, justo en esta habitación. Vengo del Purgatorio. El Buen Dios me ha concedido la gracia de veniros a preguntar si podrías ofrecer la Santa Misa de mañana por mi descanso eterno. Gracias a esta Misa podré entrar al Paraíso”.

El Padre Pío aseguró que ofrecería la Santa Misa por su alma.

“Yo quise acompañarlo a la puerta del convento, para despedirlo, y cual sería mi sorpresa que, una vez a mi lado, desapareció repentinamente, por lo que me di verdaderamente cuenta de haber hablado con un difunto", contó el Padre Pío. Y agregó:

“Tengo que decir que regresé al convento muy asustado. Al padre Paolino de Casacalenda, Superior del convento, que percibió mi agitación, le pedí permiso para celebrar la Santa Misa en sufragio de aquella alma necesitada; después, naturalmente, de haberle narrado lo ocurrido".

Tiempo después, el Padre Paulino, despertada su curiosidad, quiso averiguar al respecto. Se dirigió al Despacho del Registro del Ayuntamiento de San Giovanni Rotondo y solicitó permiso para consultar el registro de los fallecidos en el año 1908. Concedida la autorización pudo verificar, por sí mismo, que la narración del Padre Pío se correspondía con la realidad. En el registro relativo a las muertes del mes de Septiembre, el padre Paulino localizó el nombre, el apellido y la causa de la muerte. ¡El 18 de Septiembre de 1908, Pietro Di Mauro verdaderamente murió en el incendio del geriátrico!


PRUEBAS Y TESTIMONIOS

Cientos de personas aseguraron haber visto levitar al Padre Pío mientras celebraba misa. La voz fue corriéndose y las misas del santo se convirtieron en objeto de curiosidad, lo que produjo malestar en las jerarquías eclesiásticas de la jurisdicción.

Se sucedieron órdenes y contraórdenes que tuvieron al santo a veces totalmente alejado de la gente y otras no, hasta que finalmente el amor y confianza de los feligreses lo devolvió definitivamente al Padre Pío al lugar que por vocación había elegido ocupar al servicio de sus hermanos.

Son muchos los relatos que nos hablan de la santidad del Padre Pío, como también los testimonios de personas enfermas curadas por él o recuperadas del mal a una vida de fe y reconciliación con Dios. Pero se necesitarían varios otros artículos, en verdad muchísimos más, para dar cabida a tan vasta documentación existente sobre el particular.

Por tal razón he creído conveniente publicar, como una síntesis de las tantísimas historias relacionadas con la presencia sobrenatural del Padre Pío, la experiencia muy actual y local que, a modo de emocionado testimonio, me ha hecho llegar por carta la señora Roxana Marcela...

Fotografías: Karim y Amin

“En el verano del 2004 viajé con mi hijo a Mar del Plata para trabajar durante la temporada. Allá nos encontramos con mi hermano y su esposa que habían ido a pasear. Ellos, recuerdo, se manifestaron deseosos de conocer la Iglesia San Pío de Pietrelcina y me invitaron a acompañarlos.


“Es una Iglesia muy linda y en la parte de afuera está representado el Padre Pío a tamaño natural. Alrededor hay un canterito y espacio para que las personas puedan subirse a tocar al santo o dejarle flores a través de las aberturas del enrejado de protección.





“Las manos están extendidas con las palmas hacia arriba y sentí necesidad de tocarlas. Son suaves y, aunque al principio no me animaba, comencé a acariciarlas y después no podía dejar de hacerlo.






“Luego ingresamos al templo y en su interior mi hermano comenzó a hablarme sobre el Padre Pío, al que él conocía y yo no.

“En Diciembre de 2006, antes de la fiestas, volví a viajar a la costa, esta vez con mi hijo y un amiguito de él al que aprecio mucho.

“Estaban jugando los chicos a la pelota y les pregunté si querían acompañarme a dar un paseo. Ellos prefirieron quedarse y entonces salí sola a caminar.

“Mi meta era la Iglesia del Padre Pío, pero como no sabía ir sola comencé a pedirle al Santo que él me guiara, pues yo no le preguntaría a nadie.

“Continué caminando confiada y cuando por fin pude ver a pocos metros la Iglesia me emocioné y alegré muchísimo. Me acerqué al santo para agradecerle y nuevamente, mientras rezaba, no podía dejar de acariciar sus manos.

“Al rato escuché el sonido de un automóvil y pensé que era mi mamá. Efectivamente, era ella que de alguna manera intuyó que me encontraría en ese lugar. Más tarde se fue y quedé en la Iglesia un rato más, llorando emocionada...”

El relato continúa, pero creo que lo fundamental está expuesto y alcanza como referencia.


MÁS SOBRE LA IGLESIA SAN PÍO DE PIETRELCINA

Descripciones: Manuel Eduardo
Fotografías: Karim



“Es una hermosa Iglesia, puesta en un barrio cerca de El Faro de Mar del Plata, lugar muy tranquilo y con algunas calles de tierra. Está situada frente a una plaza... ¡y es preciosa !!!”







“Los laterales son muy bonitos y de un lado hay una galería que conduce a una imagen de la Virgen”.










“En la parte posterior tiene algo muy espectacular, todo un vidriado del alto completo de la iglesia, que supongo dejará entrar la luz de cada amanecer”.







Agradecimiento:
Las fotografías de la Iglesia San Pío de Pietrelcina son un aporte generoso de mis amigos Manuel Eduardo y Fátima Nehmi, con la inestimable colaboración profesional de sus hijos Karim, Amin y Helal, a quienes mucho agradezco tan hermoso gesto de amistad y solidaridad.

José Eduardo Marini
(Ilustración de portada y textos)

© 2007 José Eduardo Marini - Hecho el depósito que previene la Ley 11.723
(Desde Buenos Aires, Argentina)

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