¿ EVOLUCION O INVOLUCION ?
Según se mire, podríamos entender que estamos atravesando una etapa de contrastes sociales cada vez más acentuados por la incidencia de factores que distorsionan la capacidad de comprensión de la realidad de millones de personas, o que las mueven a manifestar de manera chocante su disconformidad con "el sistema", mientras que otro sector prefiere hacer algo consigo mismo y el mundo para cambiar aquellas cosas que no le agradan...
Dos visiones y decisiones diferentes ante una misma situación. Rebeldía autodestructiva por un lado, y, por el otro, aguzamiento del ingenio para superar etapas caducas que obstaculizan el avance de la humanidad.
Como suele ocurrir con cierto tipo de rebeldía, la misma se vuelve contra quienes la expresan y nada más se conforman con ello, pues si bien la protesta puede movilizar voluntades que se sumen cuantitativamente a tal postura, lo cierto es que no basta, ni mucho menos, para cambiar nada, tan sólo actúa como un manto de piedad que intenta cubrir las propias limitaciones.
Por doquier se escuchan voces destempladas exigiendo, siempre a terceras personas, que asuman con responsabilidad tales o cuales obligaciones, sean de carácter social, político, religioso, empresarial, etc., pero ni siquiera en murmullos puede oírse a la mayoría de los que tanto vociferan, autocuestionarse, reconocer propios errores y prometerse hacer algo constructivo al respecto.
La queja hacia afuera de uno mismo. Los dedos índices siempre apuntando a las demás personas. Algo así como pensar que se es perfecto, el mejor del mundo, mientras que todos los defectos y culpas se concentran en "los otros".
Hoy, tan trastornada actitud puede contarse a diario por millones en la República Argentina, donde la influencia de los pésimos ejemplos que han dado y continúan propinando descaradamente las máximas autoridades políticas ha transformado a la sociedad en un circo sin risas, donde millones de individuos optan por alterar sus verdaderos rasgos y dejarse deformar interiormente, todo sea por evitar enfrentar el Gran Espejo de la Verdad. Payasescos, patéticas sombras de los seres humanos que jamás llegarán a ser, llenan de estridencias primitivas las calles y espacios públicos de las ciudades, pretendiendo destruir con sus garrotes el principio que sostiene a todas las sociedades: el respeto mutuo.
Cada más instintivos y menos racionales, alardean de inteligentes, poderosos e independientes, cuando la realidad es que son esclavos confesos o no de un sistema camuflado con pinturas de colores brillantes y perfumes por fuera... pero repleto de gusanos y hedor por dentro. Ya no es exclusividad de los hombres hacer sus necesidades en la vía pública, ahora también incontables mujeres "liberadas" se han sumado a tan maravillosa, moderna y progresista práctica. ¿Rebeldía? ¿Pito catalán a las normas establecidas? ¿O simplemente, tristemente, involución?
Este fenómeno de vulgaridad y caos creciente beneficia, en el más mezquino sentido de la palabra, a quienes se han hecho del poder, pues cada día son más los contagiados, los enfermos, reduciéndose en número el grupo humano que piensa y actúa con sensatez. Si esto es así podríamos sospechar que otra vez está vigente aquello de "cuanto peor... mejor". Sin embargo, peor significa agravamiento, peligro, nunca algo que pueda prometer paz y mucho menos progreso. La enfermedad no permite progresar...
El mundo enfrenta un desafío difícil y decisivo. Si los más lúcidos y honrados toman el timón, podremos continuar nuestro camino normal de evolución. Pero si los dementes y corruptos siguen aferrados al poder, no habrá ningún futuro para la humanidad, por lo menos no en una categoría superior. Ya no se trata de la clásica puja entre el bien y el mal, aunque se parezca bastante, sino de la vocación natural del hombre por escalar niveles que lo lleven a un más pleno goce de la existencia, contra las taras de quienes se conforman con el dudoso placer de los excesos.
¿Evolución o involución? ¿Humanidad libre o esclava?: ¡La gran disyuntiva de nuestro tiempo!
José Manuel Franc
(Desde Buenos Aires, Argentina)
Dos visiones y decisiones diferentes ante una misma situación. Rebeldía autodestructiva por un lado, y, por el otro, aguzamiento del ingenio para superar etapas caducas que obstaculizan el avance de la humanidad.
Como suele ocurrir con cierto tipo de rebeldía, la misma se vuelve contra quienes la expresan y nada más se conforman con ello, pues si bien la protesta puede movilizar voluntades que se sumen cuantitativamente a tal postura, lo cierto es que no basta, ni mucho menos, para cambiar nada, tan sólo actúa como un manto de piedad que intenta cubrir las propias limitaciones.
Por doquier se escuchan voces destempladas exigiendo, siempre a terceras personas, que asuman con responsabilidad tales o cuales obligaciones, sean de carácter social, político, religioso, empresarial, etc., pero ni siquiera en murmullos puede oírse a la mayoría de los que tanto vociferan, autocuestionarse, reconocer propios errores y prometerse hacer algo constructivo al respecto.
La queja hacia afuera de uno mismo. Los dedos índices siempre apuntando a las demás personas. Algo así como pensar que se es perfecto, el mejor del mundo, mientras que todos los defectos y culpas se concentran en "los otros".
Hoy, tan trastornada actitud puede contarse a diario por millones en la República Argentina, donde la influencia de los pésimos ejemplos que han dado y continúan propinando descaradamente las máximas autoridades políticas ha transformado a la sociedad en un circo sin risas, donde millones de individuos optan por alterar sus verdaderos rasgos y dejarse deformar interiormente, todo sea por evitar enfrentar el Gran Espejo de la Verdad. Payasescos, patéticas sombras de los seres humanos que jamás llegarán a ser, llenan de estridencias primitivas las calles y espacios públicos de las ciudades, pretendiendo destruir con sus garrotes el principio que sostiene a todas las sociedades: el respeto mutuo.
Cada más instintivos y menos racionales, alardean de inteligentes, poderosos e independientes, cuando la realidad es que son esclavos confesos o no de un sistema camuflado con pinturas de colores brillantes y perfumes por fuera... pero repleto de gusanos y hedor por dentro. Ya no es exclusividad de los hombres hacer sus necesidades en la vía pública, ahora también incontables mujeres "liberadas" se han sumado a tan maravillosa, moderna y progresista práctica. ¿Rebeldía? ¿Pito catalán a las normas establecidas? ¿O simplemente, tristemente, involución?
Este fenómeno de vulgaridad y caos creciente beneficia, en el más mezquino sentido de la palabra, a quienes se han hecho del poder, pues cada día son más los contagiados, los enfermos, reduciéndose en número el grupo humano que piensa y actúa con sensatez. Si esto es así podríamos sospechar que otra vez está vigente aquello de "cuanto peor... mejor". Sin embargo, peor significa agravamiento, peligro, nunca algo que pueda prometer paz y mucho menos progreso. La enfermedad no permite progresar...
El mundo enfrenta un desafío difícil y decisivo. Si los más lúcidos y honrados toman el timón, podremos continuar nuestro camino normal de evolución. Pero si los dementes y corruptos siguen aferrados al poder, no habrá ningún futuro para la humanidad, por lo menos no en una categoría superior. Ya no se trata de la clásica puja entre el bien y el mal, aunque se parezca bastante, sino de la vocación natural del hombre por escalar niveles que lo lleven a un más pleno goce de la existencia, contra las taras de quienes se conforman con el dudoso placer de los excesos.
¿Evolución o involución? ¿Humanidad libre o esclava?: ¡La gran disyuntiva de nuestro tiempo!
José Manuel Franc
(Desde Buenos Aires, Argentina)
Etiquetas: OPINIONES, REFLEXIONES