SIEMPRE CONMIGO

Siempre estarás conmigo, Esperanza, pero aun así continúo aguardando tu regreso...
¿Dónde estás, Esperanza?
Busco tus trenzas de oro, tu piel transparente, tus ojos de agua...
Tus labios de rosas, tu sonrisa de niña, tus manitas de nácar...
Y nada encuentro...
¡Nada, Esperanza!
Tu voz musical, tus palabras de almíbar, tu virginal amor aquél...
¿Dónde están?
¿Acaso volviste a tu Rusia tan amada para iluminar su cielo?
¿Dónde estás, Esperanza?
Recuerdo tu respiración entrecortada, cuando esa tarde en la vereda del Viejo Café Tortoni me dijiste que ibas a partir.
El reflejo del sol se colaba por entre tus rubios cabellos y creí estar ante un ángel del Cielo.
Te pedí que no te fueras. Te ofrecí mi médula y también mi corazón para que te quedaras cerca de mi atormentada vida. Pero la enfermedad no quiso darte otra tregua y ni siquiera una noche pudimos compartir juntos tú y yo.
¿Por qué, Esperanza?
¿Acaso Dios te necesitaba a su lado?
¿Por qué?
¿Será porque los Ángeles de Amor no pueden sobrevivir demasiado tiempo en nuestro mundo?
¿Por qué, Esperanza?
"¡No sufras, querido, por favor no sufras, no tengas miedo por mí. Estoy preparada. Tengo Fe y sé que Dios no me dejará sola en el momento de partir. ¡No sufras!"
¿Cómo olvidar aquella tarde de duelo cuando se rompió en mil pedazos mi corazón?
"Luché y pude vencer varias veces a la Leucemia. Dios ha sido muy Generoso conmigo y no tengo derecho a pedirle más. He vivido, querido mío. Tú estuviste a mi lado siglos, ¿comprendes? Nuestro Padre nos ha unido en espíritu para que pudiéramos amarnos con pureza y fuéramos felices como niños. Con la Fuerza de ese Amor estoy despidiéndome sin temor de esta vida. Acéptalo, por favor. Ayúdame a partir."
¿Cómo pudiste hablarme así, Esperanza? ¿No era yo el más adulto y maduro de los dos? No, sólo te llevaba unos años, pero en ese momento parecía un bebé desvalido, asustado, confundido, sin saber qué hacer. Toda la madurez de ambos la poseías tú.
Nos levantamos despacio de las sillas del Tortoni. Le dimos una propina especial al mozo que nos miraba compungido. Nos tomamos del brazo y caminamos lentamente por Av. de Mayo, luego doblamos por Perú, continuamos por Florida y llegamos, sin casi darnos cuenta, a la Plaza San Martín.
Charlamos hasta que sufriste un pequeño mareo del que te repusiste enseguida. Quise ser fuerte pero no pude. Me abracé a ti y te pedí perdón por mi debilidad. Entonces me acariciaste tiernamente las mejillas y me diste ese beso que jamás olvidaré. Tus labios temblaban y yo me sentí el hombre más rico del planeta, el más mimado por Dios. ¡Nos dijimos tantas cosas en ese beso!
Luego comenzaste a transpirar y supe que debía llevarte a tu casa. Tomamos un taxi y en pocos minutos estuviste en los brazos amorosos de tu admirable madre. Me dio vergüenza quedarme más tiempo y balbuceando una disculpa me retiré.
¿Por qué nunca más pude verte, Esperanza? ¡Detuviste tu vuelo un instante para acariciarme suavemente con tus alas y luego te remontaste hasta el Infinito!...
Cuando me llamaron por teléfono al trabajo desde la agencia de tu padre me dio un vuelco el corazón. Él me habló con una cordialidad y afecto que me sorprendió. Me invitó a que fuera a tu casa porque tenía que darme unas cosas que habías dejado para mí.
Esa misma noche me reuní con tus padres que habían quedado absolutamente solos. Imaginé que iba a encontrarme con un cuadro desgarrador y no fue así. Ambos llevaban el duelo con una entereza y dignidad que me costaba comprender.
Fue tu papá el que me dio la carta perfumada con pétalos dirigida a mí. Nadie la había abierto. No podía esperar más para leerla y les pedí a tus padres que me permitieran hacerlo. Tu mamá me acercó la lámpara de pie para que pudiera ver mejor tu apretada letra que tanto amé.
"Querido mío, cuando leas esta carta estaré en el Regazo de Nuestro Padre Celestial. Mis últimos pensamientos son para ti. Escribo y rezo a la vez, las dos cosas por y para ti. Me siento bien a pesar de la medicación y de la debilidad propia de la enfermedad. No tengo miedo.
"Te confieso que hasta me siento feliz de poder estar cuanto antes en la Sagrada Presencia de Dios. Pero temo por tu salud, querido. No te abandones, no pretendas seguirme. Yo siempre estaré a tu lado.
"Me has hecho sentir mujer sin aprovecharte de mí. Te amo con todas mis fuerzas. No importa si nuestro tiempo fue corto, pues la intensidad es lo que cuenta. Prométeme que no vas a hacer una locura. Vuelve a tu vida anterior. Hazlo por aquellos que te aman y que tú amas tanto. También hazlo por mi paz interior.
"El rosario de pétalos de rosas blancas lo hice yo misma en la clínica para ti. Es mi regalo más pobre y a la vez el que lleva todo lo que poseo. No sé si mi madre te dará también mis trenzas que tanto te gustan, pero eso no es algo de lo que deba ocuparme yo. Lo importante, querido, mi muy querido, es que sepas que mi amor queda en tu corazón para siempre y que te llevo en mi alma hasta la Eternidad.
"Deseo que seas feliz y que hagas felices a quienes te rodean. No me recuerdes con tristeza, por favor. Tenme presente a tu lado viva, acompañándote y amándote siempre, siempre.
"Me has hecho muy feliz, querido. Te beso en tu Espíritu. ¡Que Dios te bendiga!
"Siempre tuya. Esperanza."
Tus padres se apiadaron de mis incontrolables sollozos y me ofrecieron una copita de algo fuerte. Acepté sin pensarlo. Hubiera bebido veneno en ese instante. El vodka me hizo estremecer y hasta me sentí un poco más dueño de mí.
Tu mamá mencionó tus trenzas y rápidamente le dije que yo no tenía ningún derecho. Le agradecí su gran generosidad y me despedí muy emocionado de tus maravillosos padres.
Salí de tu casa hecho una piltrafa. A la luz del farol de una plaza releí varias veces tu carta hasta memorizarla, luego la mastiqué con cuidado y la tragué junto a mi desesperación y el rosario cuyas cuentas de pétalos estaban sostenidas con hilo de coser. Llevo en mi sangre, en mis órganos, en mi cerebro, lo último que me diste, Esperanza...
¡Quise seguirte, pero no sé volar!
¡No sé volar, Esperanza, no sé volar, no sé volar, NO SÉ VOLAR!
Mis pasos son lentos como los de aquella inolvidable tarde, mi Esperanza, pero no para retenerte a mi lado hasta el anochecer, sino porque estoy cansado, muy cansado de sufrir tu ausencia.
Hoy trataré de soñar que viajo a Rusia y que me estás esperando sonriente con un ramo de flores...
¡Hasta dentro de un rato, Esperanza!

ModuS ScientiA
© 2009 ModuS ScientiA
(Desde Buenos Aires, Argentina)
Etiquetas: EMOCIONES, HISTORIAS REALES