miércoles, diciembre 30, 2009

LA FAMA Y LA ANGUSTIA DE NO SER

Representación de La Fama. Óleo sobre lienzo realizado por Bernardo Strozzi, el Capuchino (1581-1644). National Gallery, Londres. Las dos trompas simbolizan la Verdad y la Mentira.
Ubique usted una cámara de TV en cualquier esquina transitada e inmediatamente habrá de producirse un fenómeno que se repite en muchos lugares del mundo. Me estoy refiriendo a la exposición de personas de toda edad ante "el ojo mágico" que suponen captará y difundirá sus rostros anónimos para transformarlos en públicos durante efímeros segundos. ¿Qué impulsa a estas personas? ¿Qué las hace actuar tan infantilmente?

Varios sociólogos coinciden en afirmar, palabras más, palabras menos, que los individuos siempre pendientes de proyectarse masivamente a través de los medios carecen de autoestima y son víctimas, por ello, de sus propias limitaciones que los empujan en dirección al tobogán de la fama en lugar de la escalera que lleva hacia el prestigio.

La necesidad de reconocimiento constante, sea buscando aplausos, premios o simplemente popularidad, expresa "la angustia de no ser" que padecen millones de personas confundidas. Seres humanos que no se consideran tales plenamente hasta no contar con alguna manifestación externa de admiración que les devuelva el respeto por sí mismos.

Semejante dependencia no es buena para nadie, pues restringe en lugar de ampliar la libertad interior y la capacidad de ser uno mismo.

Más sano es vivir detrás de una meta de superación personal que no incluya exageradas ilusiones, sino más bien esperanzas realistas, lo que no implica dejar de soñar o imaginar.

Ser uno mismo no es nada fácil si se depende del aprecio o indiferencia de los demás.

Caer en las redes de esta vorágine actual de ostentaciones casi escandalosas, que desmerecen en lugar de enaltecer, es un error que puede pagarse muy caro el resto de la vida.

Es hora de reflexionar, de preguntarse a sí mismo qué o quién se desea ser. Y la respuesta no debe llegar de la mano de ningún recurso artificial. La "fama" tan buscada por quienes no poseen otra vocación de trascendencia, actúa inexorablemente como un búmerán mortal.

La fórmula para no necesitar enfermizamente del reconocimiento externo se basa en el crecimiento interior, en la búsqueda y logro de progresos espirituales más que sociales. Por eso, las personas más o menos bien encaminadas en ese sentido, son felices compartiendo su anonimato con otros millones de seres humanos que piensan y actúan de manera similar, sin ansiedades ni necesidades vanas.

Menos exposición pública y más crecimiento interior pueden transformar maravillosamente a cualquier individuo. Es cuestión de pensarlo unos minutos y luego decidir, ¿verdad?

Ojalá no tarde el momento en que se valore más al prestigio que a la fama...

ModuS ScientiA

(Desde Buenos Aires, Argentina)

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